miércoles, 23 de enero de 2008

Ya que eres esposa de un pastor

Ya que eres esposa de un pastor
por Abigail Mirón
Ser mentora es uno de los desafíos más importantes para toda sierva del Señor. Formar a otras en el ministerio requiere sensibilidad, constancia, vivir cerca de la otra, revisar nuestros principios y saber cómo transmitirlos. Este es un ejemplo de cómo ser una mentora.

Querida Cristina, mi hija en el Señor:

Estamos muy contentos de que tu querido esposo, Benjamín, y tú, hayan sido llamados al ministerio pastoral. No sabes cuánta alegría me da que me pidieras que fuera tu mentora para asesorarte en esta nueva fase de tu vida. Con la ayuda de Dios, intentaré contestar cualquier pregunta y transmitirte la clase de sabiduría que viene de veintiocho años de estar en el ministerio con mi esposo. Lo que lamento es que nadie se ofreció para ayudarme a mí cuando comenzamos nuestro ministerio.

Con relación a tus preguntas, empecemos con tu responsabilidad como esposa de un pastor. Tu posición como esposa es sujetarte a tu esposo. Pablo escribe "La cabeza de todo varón es Cristo, y la cabeza de la mujer es el hombre, y la cabeza de Cristo es Dios" (1 Co. 11:3). La mejor manera de entender esta relación es estudiar en el evangelio de Juan la relación que Cristo gozaba con su Padre. Pablo afirma que la cabeza de Cristo es Dios Padre. ¿Qué significa? Hay 4 elementos que aclaran la relación.

En primer lugar Cristo dice: "Yo y mi Padre uno somos" (Jn. 10:30). Las Escrituras enseñan que cuando un hombre y una mujer se casan, se convierten en una sola carne (Gn. 2.24). Es una nueva creación; una unidad.

Segundo, Jesús dice: "Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo" (Jn. 5:17). Ellos trabajaron juntos; había mutua o recíproca cooperación. Luego quiero hablar de la importancia de que trabajes al lado de Benjamín y le ayudes. Basta decir aquí que cuando Jesús estuvo aquí en la tierra, Cristo y el Padre trabajaron unidos en el cumplimiento de una misión específica.

En tercer lugar, en Jn. 8.49, leemos que Jesús siempre honró a su Padre. El Padre, por su parte, honra al Hijo (Mt. 3.17). Honor compartido. Si sólo recuerdas poco de esta carta, te pido que recuerdes la importancia de honrar y respetar a tu esposo (Ef 5.33; 1 P 31–2).

Pasamos ahora a tu relación con tu esposo como coheredera de la gracia de la vida (1 P 3.7). Pedro indica que ustedes como esposos gozan de igualdad espiritual. Como coheredera de la gracia divina debes estar siempre presente en su vida, darle ideas y hasta críticas positivas (tal vez en sus mensajes) y aconsejarle con sabiduría piadosa. Es esencial que el consejo que le des esté revestido de la sabiduría que comienza con el temor de Dios (Pr 1.5). Una esposa sabia percibe cómo y cuándo dar consejos a su esposo para que éste tome decisiones correctas en los momentos críticos de la vida. Es entonces que puede surgir la tentación de influenciarlo para que cumpla un deseo personal tuyo o siga una norma cultural que no sea bíblica.

Seguramente recuerdas la historia de Sara quien, bajo enorme presión personal y cultural para tener descendencia, le aconsejó a su esposo que procreara un hijo con la sierva (Gn. 16:1-2). Parecía algo bueno porque Dios mismo les aseguró que iban a tener un hijo. Además en ese entonces era la manera culturalmente aceptada de solucionar el problema de no tener hijos. Sin embargo, nosotros sabemos que no es la manera bíblica de resolver el dilema, y las consecuencias todavía atormentan a nuestro mundo. Hasta el día de hoy existe enemistad entre la descendencia de la sierva (los árabes) y la descendencia de la esposa (los judíos).

Durante años me afligí por un mal consejo que le di a mi esposo. Desde su oficina me llamó por teléfono para leerme una carta sarcástica que él había escrito al contador de nuestro ministerio. En vez de buscar lo correcto ante los ojos de Dios, me dejé llevar por la carne y alenté a mi esposo a que mandara la carta tal como estaba. Cuando él llegó a casa aquella noche, con delicia hice referencia a la seguramente aguda reacción del contador al leer la carta. Mi esposo me miró apenado y confesó: "Tiré la carta. Nunca debiera haberla escrito con enojo y con el orgullo herido. Te llamé para que me ayudaras a resistir la tentación de mandarla. Me decepcionó que no lo hicieras".

Como coheredera de la gracia divina también soy responsable de relacionarme con mi esposo como hermana en el Señor, y de darle consejos sabios y a veces "hasta restaurarlo con espíritu de mansedumbre" (Gá 6.1).

Dios también te ha capacitado como ayuda idónea (Gn 2.18). Como tal, Dios te ha llamado a ser compañera, a arrimarte al lado de Benjamín y trabajar de la mano. No hay nada que una tanto dos corazones como tener que resolver conflictos juntos durante tiempos difíciles. Del otro lado de la resolución te espera un gozo inefable. A veces las situaciones difíciles abarcan a varias personas en la congregación. Tu esposo tiene que saber que puede confiar en ti, que puedes manejar información delicada. Él precisa a alguien de confianza con quien hablar de temas delicados. Sin embargo, conviene una palabra de advertencia. Si otra mujer toma el lugar de confidente en estas cuestiones y como resultado no participas en las luchas con tu marido, no serás la persona que comparte el gozo de las soluciones y, peor todavía, no serás la mujer unida a su esposo. Como dice el Señor "el que tiene oídos para oír, oiga".

Otra cara de tu responsabilidad como compañera es entender cómo amar a tu esposo. Pablo dice que las ancianas deben "enseñar a las jóvenes a amar a sus esposos" (Tit. 2:4). Nos muestra dos realidades:

  • Existen momentos en que las esposas no aman a sus maridos y,
  • Se puede enseñar a amar a una persona.

Notarás que las indicaciones para el matrimonio en Efesios 5 no incluyen el mandato de que la esposa ame a su esposo, sino que el amor se presenta como responsabilidad de los hombres: "Maridos amad a vuestras esposas" (5:25). Aquí Pablo emplea la palabra "amad" (agape) que describe cómo Dios ama (agape) al mundo (Jn. 3:16). En Tito 2:4 el apóstol utiliza otra palabra (fileo) para expresar el amor. Fileo comunica la idea de amor fraternal, de mantener comunión entre dos personas, de un corazón tierno y una persona dispuesta a ayudar. Significa que una mujer puede ser capacitada para llegar a tener una amistad profunda con su esposo. Poniendo en práctica fileo, descubrirás los sueños de Benjamín, sus deseos, su sentido del humor, sus hábitos, sus puntos fuertes y débiles. Considera sus sueños y deseos como los de un amigo precioso.

Cristina, sin duda habrá ocasiones en los años venideros cuando Benjamín se sentirá solo y estará desanimado. Estoy segura de que él siempre podrá confiar en el amor, la amistad y la fidelidad de su mejor amiga, su esposa.

Hasta la próxima.

Tu amiga en el Señor,

Abigaíl

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