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por Licda. Elsa Ramírez de Aguilar
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La pregunta que se plantea es «cómo establecer...» Sin embargo, la misma pregunta ya ofrece cierto conflicto entre los conceptos y la acción, en un sistema de funciones domésticas. Respondo lo anterior con otra pregunta: ¿Qué se entiende por establecer o quién debe establecer? Sugiero entonces empezar por cambiar el término «establecer» por el de «aceptar». La funcionalidad no la debe determinar alguien desde su propia perspectiva porque más bien es un asunto de compromiso. El esposo y la esposa, el papá y la mamá, el hijo y la hija deben aceptar que las labores domésticas no son obligaciones de una sola persona, sino de cada miembro de la familia, hasta del más pequeñito.
Con esto en mente, sugiero que los miembros de toda familia, de manera grupal y personal, cumplan sus funciones en el seno hogareño. En primer lugar, deben buscar el consejo divino y dejar que la Palabra de Dios renueve sus mentes (Ro 12.2) y les haga entender y aceptar las funciones auténticas que cada uno tiene, con base en los principios y valores bíblicos.
En segundo lugar, debe haber apertura al diálogo y al cambio. Aun tratándose de una familia recién establecida, el trasfondo que traigan los cónyuges influye en su actitud hacia las obligaciones que deben aceptar. Por lo tanto, despojarse del tradicionalismo y la vestidura cultural es una meta primordial para asumir cada función con responsabilidad.
Como tercer y último punto, sugiero que se liberen de ciertos hábitos —muchas veces pecaminosos— como el incumplimiento, la irresponsabilidad, la falta de cooperación, la indiferencia, el enojo ante las obligaciones, la mediocridad, la falta de iniciativa personal y otros más, a fin de funcionar a cabalidad.
No hay tarea doméstica u hogareña que esté limitada por asunto de género. Todo es un asunto de actitudes ante las obligaciones. Por ello, romper el patrón es parte de nuestra responsabilidad y debemos comenzar en nuestra propia casa. Como principios y valores sugiero estudiar los siguientes que podrán propiciar las actitudes correctas para aceptar las obligaciones propias.
Quiero que me laven la ropa, tengo que tener toda la disposición, capacidad y determinación de hacerlo en cualquier momento a los demás. Quiero que me preparen una comida sabrosa y calientita cuando estoy cansado o cansada, debo prepararme para poder servir de la misma manera a los demás, aun en medio de las circunstancias de mayor desventaja. Quiero una casa limpia, ordenada, acogedora, debo estar dispuesto o dispuesta a limpiar, cuidar del orden, y propiciar el ambiente acogedor en todo el sentido de la palabra, no sólo cuando me queden ganas, sino en todo tiempo.
Sin embargo, a este principio bíblico se le da bastante énfasis cuando se trata de desarrollar actitudes en gente que está en liderazgo. El primero en establecer una perspectiva diferente del liderazgo es el mismo Señor Jesús. Varios son los ejemplos que podrían citarse de sus declaraciones, pero a manera de resumen podemos recordar cuando todos los discípulos se hicieron los disimulados para el lavamiento de los pies, y vino el Señor y lo hizo por él mismo (Jun. 13). Su frase conclusiva es: “Ejemplo os he dado (13:15)”.
No hay tarea doméstica u hogareña que esté limitada por asunto de género. Todo es un asunto de actitudes ante las obligaciones. Por ello, romper el patrón es parte de nuestra responsabilidad y debemos comenzar en nuestra propia casa. |
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